Cuentos y Metáforas

¿Dónde está la felicidad?

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“En el principio de los tiempos, se reunieron varios demonios para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:- “Debemos quitar algo a los hombres, pero ¿qué les quitamos?”.

Después de mucho pensar otro demonio dijo: – “¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar”.

El primero propuso: – “Vamos a esconderla en la cima de la montaña más alta del mundo”.

Inmediatamente repuso otro: – “No, recuerda que tienen fuerza; alguna vez alguien puede subir y encontrarla y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está”.

Luego propuso otro: – “Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar”.

Y otro contestó: – “No, recuerda que tienen curiosidad; alguna vez alguien construirá una máquina para poder bajar y entonces la encontrará”.

Uno más dijo: – “Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra”.  Y le dijeron: – “No, recuerda que tienen inteligencia; un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad”.

El último de ellos había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellas y entonces dijo: – “Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren”.

Todos lo miraron asombrados y preguntaron al mismo tiempo: – “¿Dónde?”.

El demonio respondió: – “La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán”.

Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido así: El hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva dentro…”

Autor desconocido

Te dejo un enlace a un artículo interesante de la Dra. Segunda Sánchez Lorente En búsqueda de la felicidad perdida… aquí

 

 

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Cómo contar la verdad sobre los Reyes Magos.

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Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

— ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

— ¡Oh, sí! —exclamó Gaspar—. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

— Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y su voz se escuchó en el portal:

— Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

— ¡Oh! necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.

— No os preocupéis por eso –dijo el Niño–. Yo os voy a dar no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.

— ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible?—, dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.

— Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños?

— Sí, claro, eso es fundamental—, asintieron los tres Reyes.

— Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

— Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje— respondieron cada vez más entusiasmados los tres.

— Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que el Niño Jesús estaba planeando, cuando su voz de nuevo se volvió a oír:

— Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, yo ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.

No te rindas.

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No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.

Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,

No te rindas por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sol@,
porque yo te quiero.

 Mario Benedetti

¿Cuánto pesa un vaso de agua? ¿Cuánto pesa un problema?

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Un psicólogo en una sesión grupal levantó un vaso de agua, todo el mundo esperaba la típica pregunta: ¿Está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, preguntó:

– «¿Cuánto pesa este vaso?»
Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos.
El psicólogo respondió: “El peso absoluto no es importante, depende de cuánto tiempo lo sostengo.
Si lo sostengo 1 minuto, no es problema, si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo, si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará.
El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, más difícil de soportar se vuelve.

Y continuó: “Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada.
Si piensas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada.”

Hay que aprender a soltar los vasos…AlogoYC4 bis (2) - copia

Enlaces de interésvaso

Sí, voy al psicólogo.

Psicologí@ online

Ganador-Perdedor

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El ganador dice: “vamos a verlo”
El perdedor dice: “quién sabe”

Cuando el ganador se equivoca dice: “me equivoqué”
Cuando el perdedor se equivoca dice: “la culpa no fue mía”

El ganador confía en la buena suerte, aun cuando no haya sido tan buena. Es optimista.
El perdedor lamenta su mala suerte, aun cuando no haya sido tan mala.

El ganador sabe cómo y cuándo debe decir “sí” y “no”.
El perdedor dice: “sí, pero…” y “tal vez no sea”. No identifica ni los tiempos ni las razones.

El ganador trabaja más que el perdedor y tiene más tiempo.
El perdedor siempre está más ocupado de la cuenta cuando tiene que hacer lo que es necesario hacer.

El ganador se enfrenta con los problemas.
El perdedor esquiva los problemas.

El ganador asume sus compromisos.
El perdedor hace promesas.

Al ganador le entristece no poder hacer más.
El perdedor pide disculpas, pero vuelve a hacer lo mismo en la siguiente ocasión.

El ganador dice: “soy bueno, pero no tanto como debería ser”
El perdedor dice: “no soy tan malo como muchos otro”

El ganador escucha.
El perdedor no espera su turno para hablar.

El ganador prefiere ser admirado que ser amado; todavía más, prefiere las dos cosas.
El perdedor prefiere ser amado a ser admirado.

El ganador sabe lo que es bastante fuerte como para ser amable con los demás.
El perdedor no se muestra amable con los demás; sino débil, y con frecuencia cansado.

El ganador respeta a sus superiores y procura aprender algo de ellos.
El perdedor acumula resentimientos contra sus superiores e incluso monta intrigas contra ellos.

El ganador da explicaciones.
El perdedor intenta justificarse.

El ganador se sienta responsabilizado por hacer siempre algo más.
El perdedor dice pronto: “no trabajo más”

El ganador dice: “debe haber otro modo mejor de hacer esto”
El perdedor dice: “esto siempre se ha hecho así”

El ganador sabe controlarse.
El perdedor sólo tiene dos velocidades: la histérica y la letárgica.

Dr. Whitt N. Schultz.

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